A stupid thing... called love (Libre)

Trace había decidido finalmente internarse en el bosque, buscando algo de evasión, para poder dar con su inspiración. Cuando se interna lo suficiente y encuentra un buen árbol, se sienta bajo este, apoyando su espalda en el tronco, dejando escapar un pequeño suspiro.

Deja su fiel cuaderno junto a su lápiz en el suelo, mientras intenta concentrarse y desconectar por unos segundos. Cierra ambos ojos, suspirando e inspirando con tranquilidad. Pone su mente en blanco, dejando guiarse por sus propios instintos y por esa cosa que bombea, llamada corazón, a la que Trace le daba más usos.

Cree haber conseguido encontrar la inspiración. Sonríe casi involuntariamente, abriendo sus ojos con lentitud y apoyando su cuaderno en sus piernas, dispuesto a comenzar a escribir con su lápiz.

Golpea el papel en el que se encuentra, lleno de borrones, con la punta de su lápiz, creando pequeños puntitos en este.

Suspira, algo perdido, no había encontrado inspiración, ¿le estaría llegando ya la angustia propia del artista? ¿La falta de imaginación o de recursos que plasmar en una simple hoja de papel?

No sabe porque, pero lo hace.
Se ve que no puede estar tranquila sin ver un bosque y no internarse en él. Se adentra, sin preocupaciones ni miedos, aventurera. Canturrea, mientras mira a su alrededor, observando los árboles y la frondosa flora. Respira hondo, logrando que el aire fresco del bosque le entre de lleno en los pulmones. Agarra bien la guitarra que llevaba al hombro, que casi ni pesaba. Con la otra mano, sujeta bien la mochila, en la que llevaba sus cosas. LLega a una parte clara, por donde se cuela algo de luz en las copas de los árboles. Se sienta bajo uno, y coge su guitarra. La deja delante de si misma, solo observándola. Suspira y la coloca, intentando pensar que es lo que puede tocar. La deja de nuevo, cogiendo su libreta de canciones y su lápiz. Los deja a un lado, y comienza afinando la guitarra.

Suspira cargado, dejando de nuevo tanto el lápiz como el cuaderno en el suelo. No era aquel su día, cierra ambos ojos, lejos ya de allí. Aquel día no quería escribir algo narrativo, se había dedicado a buscar la lírica, pero ni un simple verso llegaba a su mente y aquello lo enfadaba demasiado.

Suspira, pensando. Se decide por un tema algo lento, que la ayudaba a pensar a menudo. Se mordisquea el labio, cogiendo su libreta de nuevo, hojeándola. Encuentra lo que quiere, lo mira durante unos minutos, memorizando, y luego la deja así, abierta, en el suelo. Vuelve a suspirar y coge la guitarra. Se coloca recta en el árbol, y la pone sobre sus muslos. Comienza a tocar, tranquila, "Luci
ernagas y mariposas". Una canción que le recuerda cosas, momentos pasados e inolvidables a la vez...

Escucha una melodía, que parece provenir de una guitarra, el chico deja sus cosas al lado del árbol y se levanta, en dirección hacia la música, casi como una especie de zombie.

Se guía por el oído, cada vez más cerca del claro en el bosque.

Sigue tocando, llegando a la parte en la que se supone, el cantante debía estar callado, pero sin embargo, ella le añade sus gorgoritos propios, suaves y tranquilos. Va dejando de tocar poco a poco, hasta, aburrida, volver a empezar.

Por fin encuentra de donde viene el sonido, observa a una persona que se le hace conocida y no puede evitar sonreír levemente, ya con el enfado de la falta de inspiración desaparecido. No quiere que Aleena pare de tocar porque esté él, así que se queda escuchándola con tranquilidad.

Sigue tocando, demasiado relajada como para parar. Pero cuando llega el final, lo deja, relajando cada nota como lo está ella. Suspira, apuntando en su libreta lo que cree que debe mejorar, y dibuja alguna que otra chorrada. Deja la guitarra, y saca una manta de su mochila. La tiende en el suelo, y se deja caer encima, tranquila.

Cuando ve que ya ha terminado con su pequeño concierto se acerca hacia ella, con una sonrisa que sólo muestra a las personas que considera cercanas.
Se queda allí unos instantes, dispuesto a saludar, como de costumbre, simple:
- Hola.

Abre los ojos de golpe, sorprendida de oír a alguien por ahi. Se levanta, quedando sentada, mira hacia donde viene la voz conocida.

- ¡Trace! - saluda, sonriendo, pero con esa cara de asombro - ¡Cuanto tiempo! - se levanta, limpiandose ligeramente el pantalón. Le sonríe amplio, alegre de encontrar a alguien por aquí - ¿Me has oído? - pregunta, mordisqueándose el labio inferior.

Sonríe de lado, acercándose un poco más, ya algo distraído de su enfado.
- Si, mucho tiempo.- le dice, algo despistado, aumentando su sonrisa.
Escucha su pregunta y observa como actua y no puede más que soltar una pequeña risa, bromista.
- Si te soy sincero llevo escuchándote desde que empezaste.- le informa, tranquilo.

- Sé sincero... - le pide, cruzando una pierna delante de la otra, aún de pie - Ha estado mal - le afirma, ni siquiera pregunta, porque sabe que debe mejorar bastante.

- Se nota que nunca me oíste siquiera cantar o tocar algún instrumento.- comenta riendo levemente, el chico musicalmente se consideraba patético.
- Estuvo bien para mi.- se encoge de hombros simple. - Y bueno, al final del campamento seguro te saldrá mejor aún.- añade, esbozando una sonrisa confortante y tranquila.

Sonríe, aliviada. Asiente lenta y se sienta de nuevo, cruzando las piernas entre ellas.

- Eso espero... - le dice, sonriendo ligeramente.

Sonríe asintiendo con tranquilidad.
- Qué tal te va todo Aleena?- le preguntó, mientras se sentaba frente a ella, en el suelo.